Guillermo LÓPEZ ACEVEDO
17/03/2020
“Hemos adquirido el hábito de llamar al médico por la más trivial de las enfermedades y, donde no hay médicos, se busca el consejo de simples curanderos. Vivimos con la fatal ilusión de que ninguna enfermedad puede curarse sin medicamentos. Esta creencia ha hecho más daño a la humanidad que cualquier otro mal”. Gandhi.
Mohandas Karamchand Gandhi (Porbandar, India británica; 2 de octubre de 1869, Nueva Delhi, Unión de la India; 30 de enero de 1948), ciento cincuenta años después de su natalicio, es un hito para la India y un paradigma del hombre íntegro para el mundo: un mortal coherente y consecuente entre su pensar, su sentir y su actuar. Es decir, un hombre con una convicción interior capaz de elevar el ridículo a la condición de una vorágine libertaria sin precedentes, pues quien fuera inglés se tomaría en serio a este hombrecillo de baja estatura, aspecto cuasi famélico, de piel aceitunada y ataviado por una manta, un pañal y sandalias; de andar cansino a tres pies, cuyo tiempo lo ocupaba entre la rueca, el estudio y la práctica espiritual, antes de optar por su revolución de la desobediencia civil y la no violencia, como únicas armas para derrotar al imperio más poderoso del momento. Leer el articulo publicado en el sitio El espectador