Dardo GÓMEZ
20/10/2020
Si el creador de Wikileaks es encerrado en una cárcel estadounidense “el público podrá olvidar su nombre, pero la cabeza de Assange en la punta de una pica arrojará su sombra cada vez más oscura sobre cualquier reportero al que se le ofrezca un documento clasificado”. El pasado dos de octubre la jueza del Tribunal Penal Central de Londres escuchó el último testimonio de la audiencia que ha recibido las pruebas y razones para fijar si Julian Assange debe ser extraditado a los Estados Unidos; si eso ocurre, le espera al fundador de Wikileaks un juicio por cargos que van creciendo en número y gravedad hasta contemplar la posibilidad de ser juzgado, entre otras beldades, por traición al gran país del norte por el mero hecho, aunque parece que terrible, de haber contado al mundo un caso de lesa humanidad cuyas pruebas estaban clasificadas como secretas. Por los autores del crimen, claro. Mientras en muchos lugares del mundo y en el conjunto de la profesión periodística de estos la no descartable extradición, tanto como la forma en que se está desarrollando el juicio, están causando reacciones que van del asombro a la indignación, la gran prensa española está pasando casi de puntillas sobre el tema. Al tiempo que las entidades profesionalistas españolas hacen como la cosa no va con los periodistas; seguramente, porque Assange no está titulado en periodismo. Así son de obtusos. Sin embargo, debemos saber y difundir que el juicio que se está llevando contra Julian Assange y la intentona, hasta ahora, de querer encerrarlo de por vida en la ‘prisión supermax’ ADX de Colorado es uno de los mayores ataques conocidos contra el derecho a la información y contra la verdad; que es un derecho también reconocido. Leer el artículo publicado en el sitio Pressenza