Javier Tolcachier.
Córdoba, Argentina, 28 de septiembre 2014.
Hace hoy exactamente treintaitrés años, Silo[1], ante una atenta y gozosa asistencia en el Pabellon de Deportes de Madrid, exclamó: “…sin fe interna hay temor, el temor produce sufrimiento, el sufrimiento produce violencia, la violencia produce destrucción; por tanto la fe interna evita la destrucción.”
En homenaje al natalicio del Mahatma Gandhi (ocurrido un 2 de octubre de 1869) se celebra en pocos días más el Día internacional de la No violencia. Cientos de miles de humanistas alrededor del globo celebran y anuncian la posibilidad de un futuro no violento mediante múltiples acciones en diferentes lugares y culturas.
Sin embargo, vemos también con preocupación cómo la destrucción continúa mortificando a nuestra especie, ensañándose con las víctimas de guerras letales, de un feroz sistema económico, de mandatos religiosos cargados de crueldad, de una insensible discriminación, todas ellas formas de la absoluta insensatez de negar la humanidad en otros. Aquellas palabras de Silo que proclaman un modo de evitar la destrucción merecen entonces un poco de atención. Al parecer, la clave de aquella orientación está dada por la nefasta acción del temor y la posibilidad de su superación. ¿Y cómo es que ese temor se instala en nosotros? Por carencia de fe interna, sugiere el texto.