Silo. Academia de ciencias, Moscú, Rusia, 18 de junio de 1992.
Agradezco a la Academia de Ciencias de Moscú, agradezco al Club de Intenciones Humanistas, agradezco a los representantes del campo de la cultura aquí presentes, agradezco a los editores de mis escritos, agradezco al cuerpo de traductores y a los numerosos amigos que me han invitado a disertar hoy aquí. Agradezco la asistencia de los medios informativos y, desde luego, agradezco la presencia de todos vosotros.
Seguramente sabréis perdonar algunas dificultades debidas al hecho mismo de la traducción y comprenderéis que al estar obligados a reducir el tiempo de exposición por el inconveniente mencionado, tendremos que comprimir más de una idea.
Nuestro tema de hoy, “La crisis de la civilización y el Humanismo” exige que consideremos el concepto de “civilización” como paso previo a todo el desarrollo. Mucho se ha escrito y discutido en torno a la palabra “civilización”. Ya en los comienzos de la Filosofía de la Historia se empieza a entender a las distintas civilizaciones como suertes de entidades históricas que tienen su proceso, su evolución y su destino. Esta entidad, la civilización, aparece como un ámbito, como una región de comportamientos humanos que permite identificar a los pueblos con cierto modo de producción, ciertas relaciones sociales, cierta juridicidad y cierta escala de valores. En general, no se identifica la idea de “pueblo” o “nación” con la de civilización sino que se incluye a numerosos pueblos y naciones, más allá de sus fronteras respectivas, dentro del ámbito común mencionado. Tradicionalmente se ha relacionado a las civilizaciones con suertes de “espacios culturales” radicados dentro de límites geográficos y se les ha atribuido la capacidad de irradiar y recibir influencias de otras más o menos contiguas.
PDF: Conbferencia «La crisis de la civilización y el Humanismo»