por Marcelo Trivelli
El consumo de pantalla por parte de niñas, niños y jóvenes está subiendo en la escala de preocupación de mamás, papás y profesionales de la educación por los riesgos que conlleva en la salud mental de este grupo etario. La atención es el punto de partida y, por ello, aún hay esperanzas. El objetivo de negocio de las aplicaciones es generar adicción de tal manera que las personas estén interactuando con las plataformas el mayor tiempo posible. Con más horas frente a la pantalla, mayor es la audiencia a quienes exponer a la publicidad. Al igual que las industrias del juego, tabaco, azúcar, alcohol o grasas trans, las redes sociales no tienen incentivo a limitar el consumo y se enfrentan a la disyuntiva de privilegiar el bien común y proteger a sus consumidores o dejarse llevar por la codicia apelando a la libertad para desarrollar actividades económicas cuya única limitación sea no transgredir la moral o las buenas costumbres.