Silvia Bercu Swinden. 28 de mayo 2018, Londres.
Desde Zoroastro la humanidad ha estado luchando con la dicotomía entre el bien y el mal. Lo que es “natural”, lo que se aprende, lo que pertenece al individuo, lo que pertenece a la sociedad, lo que pertenece a los dioses…
Frente a las realidades de un sistema cruel y deshumanizador, el “noble salvaje” (aparentemente mal atribuido a Rousseau, pero ya presente en la antigüedad, como la figura de Enkidu en el segundo milenio a.C., la épica mesopotámica de Gilgamesh) es clasificado como un mito, y con razón, junto con todos los demás determinismos y reivindicaciones de naturaleza humana fija, sea amable o violenta. Silo trae el concepto de intencionalidad desarrollado por anteriores fenomenólogos para explicar simplemente que tenemos una opción. ¿Cuán libre? Cada vez más si prestamos atención a los factores que participan en tales elecciones. Una de sus interesantes descripciones de la función del psiquismo es la manera en que podemos representar el sufrimiento de otras personas en nuestra propia conciencia (en nuestro Espacio de Representación) de tal manera que podamos sentir algo similar a la experiencia de la otra persona. He aquí el centro del mecanismo de empatía, la base de la compasión y, en última instancia, la posibilidad de la no violencia tanto a nivel individual como social.