Por Juan Gómez Valdebenito.
Los seres humanos a través de toda su historia, desde cuando se estableció como sedentario y tuvo sus primeras tierras y animales comenzó a sentir miedo de perder esas propiedades. Sintió la necesidad de protegerlos, se armó y creo ejércitos para que lo hicieran por ellos. El miedo hizo a mirar a todos los demás seres humanos con desconfianza y temor. Eso alimentó hacia el otro, sentimientos de discriminación, de exclusión, de separación, de aislamiento, que sólo alimentó la aversión hacia el otro, su antipatía, su envidia. Y ese temor y ese desprecio hacia el otro lo llevo a conquistar territorios ajenos, a embarcarse en interminables guerras coloniales, imperiales, imponiendo su cultura y su régimen político, e incluso su religión a sangre y fuego.
Lamentablemente este orden de cosas se mantiene hasta hoy, a pesar de haber tenido la oportunidad de cambiar dado el avance cultural, científico, y de educarnos en el amor reciproco, en el respeto, en la no discriminación y con ello la noviolencia. Pero pudo más el miedo de nuevo, y con ello la ambición, la codicia, discriminando y agrediendo a su vecino, a su hermano, como en la leyenda de Cain y Abel.
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(Imagen de pixabay)