Juan Gómez Valdebenito, Santiago de Chile
El estallido social de 2019 en Chile nos abre nuevamente la interrogante de si los medios violentos son la única forma de producir avances sociales significativos. Fuimos testigos de cómo una explosión de una violencia irreductible forzó a las autoridades políticas, al oficialismo e incluso a las adormecidas bancadas de la oposición parlamentaria a negociar rápidamente (en menos de un mes) una salida digna a la crisis que significó ni más ni menos que una Nueva Constitución a partir de una hoja en blanco generada por una Convención Constitucional elegida democráticamente por la ciudadanía. Un logro ciudadano impensable en otras condiciones de normalidad democrática. Revisando la historia de la humanidad llegamos a la conclusión que salvo honrosas excepciones todos los procesos independentistas o revoluciones sociales que han producido cambios importantes en las estructuras sociales y políticas, o en las relaciones sociales entre los diferentes estamentos de una sociedad han sido a través de procesos sumamente violentos que han remecido las bases de la institucionalidad.