Dr. Boris Koval.
Centro mundial de estudios humanistas, Perspectivas humanistas, Anuario 1996.
«El mundo entero pertenece al maligno» – dice la primera carta de Juan (Jn. 5, 19). Verdaderamente, aquel ser terrenal, en el cual están todos los hombres vivos, contiene varias manifestaciones del mal, tales como las guerras, violencia, discriminación, enfermedades, sufrimientos, bandolerismo, embriaguez, lujuria, envidia y demás bajezas e imperfecciones, cometidas por los mismos seres humanos. Además, suceden inundaciones, terremotos, huracanes y otros cataclismos. Tropezamos también con catástrofes de barcos y aviones, con incendios.
Según el criterio religioso todas estas y otras desgracias son subterfugios del diablo, «príncipe de este mundo» (Jn 12,31), él encegueció a los seres humanos y envió a la Tierra los males y los vicios. Otra versión de esta doctrina atribuye estos males a la libertad del ser humano, a sus deseos energúmenos, su falta de fe, sus desviaciones, su naturaleza pecaminosa. «Pues del corazón salen los malos pensamientos: homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Esas son las cosas que ensucian al hombre» (Mt 15, 19-20).