Por David Andersson,
Vivimos una época de crisis en aumento: un creciente movimiento de derechas que se acerca al fascismo, un aumento de la desigualdad económica y guerras cada vez más numerosas sin una solución justa a la vista, desde la invasión rusa de Ucrania hasta la devastadora guerra de Israel contra Gaza. ¿Cómo hemos llegado a este punto? La respuesta puede estar no sólo en los sistemas políticos y sociales, sino en las contradicciones que llevamos dentro. A menudo imaginamos que nuestras actitudes y comportamientos personales tienen poca repercusión en la política o la sociedad. Pero esta desconexión -entre nuestra vida interior y el mundo que nos rodea- no es una coincidencia. Es una forma de fragmentación en el corazón de la crisis actual. Como sostenía el pensador argentino Silo, la violencia de la sociedad es a la vez reflejo y sustento de las contradicciones que llevamos dentro. Podemos definir la contradicción de forma sencilla: pensar, sentir y actuar en direcciones desconectadas u opuestas. La contradicción no sólo crea tensión interior, sino que también genera sufrimiento, que a su vez se manifiesta como violencia hacia los demás. Las contradicciones también fracturan nuestro sentido y merman nuestra capacidad de actuar coherentemente en el mundo.