Lеоnid E. Grinin.
Seminario Científico Internacional, Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, Centro de Estudios Humanistas de Moscú, octubre de 2006.
Podemos admitir que, desde una retrospectiva histórica, la violencia en el mundo ha ido adquiriendo proporciones, en comparación, mucho menores. Más exactamente, el grado de violencia y sus formas, paulatinamente se ha ido atenuando y su papel en la regulación de la vida social, particularmente entre las distintas sociedades ha disminuido. Y aunque es posible, si consideramos la opinión subjetiva de la gente, que la felicidad no haya aumentado, seguramente los sufrimientos se han ido reduciendo: las guerras, las epidemias, la muerte de los seres allegados (en particular de niños), el dolor físico, el hambre, etc, hoy son mucho menos frecuentes que en tiempos pasados. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, muy probablemente, en el transcurso de una gran parte del proceso histórico, la violencia en sus diferentes formas (particularmente guerras y revoluciones) ha actuado como la mayor fuerza motriz para el desarrollo. No en vano, Karl Marx dijo que el progreso en el curso de toda la historia se asemejaba a ese aborrecible ídolo pagano que no deseaba beber néctar de ninguna otra forma, más que de los cráneos de los muertos.