¿Cómo podría producirse el cambio social? ¿Puede existir un gobierno democrático sin partidos políticos? ¿Podríamos tener una economía productiva que no se basara en una competitividad agresiva y sin límites? ¿Cómo podríamos hacer frente a los problemas sociales y ecológicos sin recurrir a la “cultura de protesta”? El antagonismo ha pasado a ser la hebra predominante de las sociedades liberales occidentales. Las prácticas competitivas y conflictivas se han convertido en la norma institucionalizada de la esfera pública actual. En su análisis de la sociedad contemporánea, Michael Karlberg expone la tesis de que nuestra actual “cultura de enfrentamiento” es socialmente injusta y ecológicamente insostenible, y de que la “cultura de protesta” que la acompaña constituye una respuesta inadecuada a los problemas sociales y ecológicos que genera. Por ello, resulta imperativo desarrollar estructuras y prácticas no antagónicas.
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