Silo, Canarias 1976.
Nosotros distinguimos entre posesión y deseo. Nosotros distinguimos entre necesidad y deseo. La necesidad es algo ineludible y se parece bastante al mismo registro animal que hemos ido descubriendo en otros niveles. La necesidad se parece a la sensación. La necesidad, en el caso del temor, se parecería no a esto sicológico del sufrimiento interno; referida al temor se parece también a esta sensación del susto ante el peligro. No hay problemas con la necesidad. No hay problemas con el mecanismo del susto. No hay problemas con la sensación en este sentido. Allí están, al servicio del ser humano, para que éste se movilice y procese. Para eso están los mecanismos del temor frente al objeto amenazante, al servicio del ser humano. Y también está la necesidad, al servicio del ser humano, para que se movilice y entonces cumpla con sus forzamientos más inmediatos para llevar adelante su vida. Y sí, no hay mayor problema sicológico, con esto de la necesidad.
Sí lo hay con esto del deseo, que se parece también bastante, en el otro plano, a lo del temor sicológico.
El deseo está lanzado a la búsqueda de objetos, así como la necesidad está lanzada a la búsqueda de objetos. Y cuando se satisface la necesidad, la necesidad cesa. También el deseo, aunque es imaginario, puede cesar cuando determinadas necesidades que lo impulsan de trasfondo, cesan. Y entonces el sujeto, que ha expresado alguna necesidad, ahora ya no experimenta deseo. Parece que muchas veces el deseo también desapareciera cuando se cumple con una necesidad.
Hay deseos que no desaparecen, de todos modos, porque hay ciertos objetos que no pueden ser poseídos, y entonces el deseo continúa y continúa, y la imaginación sigue trayendo problema. Pero hay algunos momentos en que registramos que el deseo está acicateando a la mente. Y que este deseo de pronto es satisfecho y desaparece como tal. Este deseo es fluctuante; este deseo a veces aparece, a veces desaparece.
¿Y qué hay más abajo del deseo, y qué hay más abajo de la necesidad?. Algo, que de ningún modo desaparece. Detrás del deseo y detrás de la necesidad está sin duda, la posesión. Porque puede ahora uno no experimentar deseo por un determinado objeto, porque ese objeto está presente; uno posee a ese objeto, físicamente. Pero claro, puede perder ese objeto. Y como siempre existe la posibilidad de pérdida del objeto, siempre está presente ese registro de posesión.
Y basta ver como se comporta una persona cuando no tiene deseo por un objeto, pero alguien pone en peligro su posesión. Resulta que ahora la relación es con otra persona y ya no experimenta por esa otra persona ningún deseo, pero sigue experimentando por esa otra persona, posesión.
Y la posesión se traslada y no se trata sólo de posesiones físicas; hay posesiones morales; hay posesiones mentales; hay posesiones ideológicas; hay posesiones gésticas; hay posesiones rituales. Hay posesiones de todo tipo y todo aquello está, siempre, comprometiéndome con los objetos. De tal modo que basta que algo entre en el campo de la posesión de esos objetos que detento, para que mi posesión, que siempre está trabajando, se active con más fuerza. La posesión no cesa, y sí puede cesar el deseo.
El deseo tiene características no tan corporales, no tan físicas como la posesión. Uno puede desear lograr algunas cuestiones espirituales, diferente al registro físico de querer poseer algo espiritual. Observen qué sucede en el propio cuerpo cuando se desea simplemente, o cuando se posee, o cuando el deseo es por poseer. Y siempre el deseo tiene que ver con la posesión, que es su raíz.
Más abajo del deseo está esta posesión y tiene fuertes connotaciones físicas y fuertes registros físicos. Y este registro de la posesión tiene que ver con la tensión. Y se sabe que se está deseando poseer algo porque se registra una particular tensión. Y cuanto más fuerte es ese deseo de posesión, más fuerte es la tensión.
Y claro, uno se agarra a los objetos, uno se agarra a la vida, uno se agarra a las cosas; y se agarra con las garras, con las manos. De tal manera que no suelta uno esas cosas, y esto de no soltar cosas, esto, trae registros de tensión.
¿Recuerdan ustedes las viejas experiencias de aquellos antiguos que trabajaban en sicología animal? Estos antiguos notaron una diferencia grande entre el mono y el hombre. Una de las diferencias más notables con respecto al tratamiento de los objetos era ésta: allí estaba un mono en su jaula, afuera de la jaula había una banana; el mono tenía un palo, una caña y había además entre la jaula y la banana una canaleta; el mono entonces empujaba la banana, y la banana caía en la canaleta, el mono recogía la banana. pero cuando la canaleta estaba detrás de la banana y no entre la banana y la jaula el mono tenía problemas; porque bastaba con que el mono, en lugar de traer la banana, la empujara fuera de sí, lejos de él; con que, por un acto de soltura, se desposeyera más de la banana, para que la banana cayera por la canaleta. Pues bien, el mono nunca pudo hacer eso. El mono siempre acercó a la banana, y claro la banana no cayó en la canaleta y el mono ahí estaba en la jaula tratando de atrapar la banana, y esto era mucho problema para el mono.
Seguramente el hombre, y ésta es la diferencia fundamental, tiene esa aptitud sobre las otras especies para soltar; tiene aptitud para alejarse de los objetos; tiene aptitud para desposeerse. Hay algo en la estructura de la mente ya a nivel humano, algo que está preparado para que esta mente se libere de la posesión objetal. Y esta diferencia es grande ya, entre el ser humano y el mono. Pero es claro, el estadio de la mente humana es aún muy joven y esto seguramente puede hacerlo con la banana, pero no puede hacerlo con otras cosas. Y si lo hace con la banana, en todo caso es porque ha comprendido el truco que significa alejar la banana para que la banana vuelva. Ese es el truco del boomerang.
Algunos primitivos lanzan un objeto, para que el objeto vaya y vuelva, si no toca la presa; o bien vaya, liquide a la presa, pero la liquida a veces por su vuelta, a veces por su ida. De todos modos, esta especie de ahorro de energía que hace el que dispara, tiene que ver también con esto del alejamiento de sí.
La mente humana seguramente es muy joven y todavía está muy ligada a la posesión. Pero según se ve en estos procesos y según se ve en el avance mismo de la mente individual, se avanza sobre todo cuando la mente es apta o es capaz para desposeerse. Entonces sucede que la mente no registra tensión, entonces sucede que no hay registro físico de tensión, entonces sucede que no hay registro físico de tensión, entonces sucede que los músculos no son necesarios con respecto a los objetos en el sentido de la posesión.
Hay un deseo activo, y hay un deseo satisfecho, sin duda. Pero siempre hay una posesión que actúa presentemente.