Por Mauricio Herrera Kahn,
“Las cifras no mienten, pero el poder decide quién las cuenta. En Palestina, los números son nombres y los porcentajes son vidas”, inspirado en Edward Said.
Palestina no es solo un territorio. Es una línea de tiempo escrita con censos, ruinas y desplazamientos. Cada cifra encierra una historia y cada estadística es una cicatriz. Desde los primeros registros agrícolas del siglo VI antes de nuestra era hasta los informes satelitales que miden la destrucción actual de Gaza, el número se volvió una forma de testimonio. No hay contabilidad neutra cuando los muertos tienen nombre y los exiliados siguen caminando. A lo largo de cinco milenios, la región que une Asia y África cambió de imperios, religiones y fronteras más veces de las que cualquier pueblo puede resistir. Persas, griegos, romanos, bizantinos, árabes, cruzados, otomanos, británicos e israelíes pasaron por la misma franja de tierra dejando sus marcas de piedra y de fuego. Sin embargo, la raíz siguió enterrada en la misma tierra. Las montañas de Hebrón, las llanuras de Galilea y las costas de Gaza guardan la memoria de una continuidad que los mapas políticos nunca lograron borrar.
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Imagen de WikiCommons / Jaber Jehad Badwan



