Por Nicolás Paz Alcalde,
Vivimos inmersos en un mundo y una cultura que legitiman la violencia. Gaza, Ucrania y el rearme de Europa son sus máximas expresiones visibles. Aunque no podemos olvidar otros lugares del planeta que la padecen y parecen invisibles. Sudán, Myanmar o la República Democrática del Congo entran en esa categoría. Frente a estas realidades, ¿es la resistencia noviolenta efectiva en un mundo violento? El término “noviolencia” fue utilizado por Gandhi. Su origen está en la palabra sanscrita ahimsa, que significa privación total del deseo de violencia. Representa una respuesta frente a escenarios sociopolíticos violentos complejos. Una salida solidaria y con visión constructiva de futuro ante el conflicto. No es un concepto aceptado universalmente, ya que no hemos sido capaces de crear una palabra que refleje su auténtica riqueza. Hablar de resistencia noviolenta puede sonar utópico o simplemente ingenuo, sobre todo cuando los conflictos son muy graves o el “enemigo” ya ha comenzado a utilizar la violencia. Pero ¿qué nos dicen los estudios recientes al respecto? Las investigaciones de las profesoras Erica Chenoweth y Maria J. Stephan desmienten la creencia popular a favor de la violencia. Sus trabajos muestran que las campañas de resistencia noviolenta han sido “históricamente más eficaces en la consecución de sus objetivos que las campañas de resistencia violenta”.
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Foto: «Stop War» – Credit: Unsplash (2023)