Reseña.
El Tratado sobre la violencia de Wolfgang Sofsky es un tenaz argumento contra la cultura y contra la ilusión de trascendencia que ella implica. La violencia, explica así Sofsky, es el acto mismo de trascender, de superar –en apariencia — la finitud y la limitación frente al otro. Es el sentimiento de soberanía sobre el otro y sobre la propia muerte la que crea la ilusión de trascendencia. No hay, entonces, ningún fin que legitime la violencia como medio adecuado, sino que ella es esencialmente el fin de la existencia en cuanto ésta desea y se apasiona por su propia infinitud, en cuanto se quiere a sí misma. En este sentido, todos los proyectos civilizatorios –estatales, reaccionarios o revolucionarios — tienen en común este gesto violento de poder, de «violencia absoluta», como la denomina Sofsky.
Para Sofsky, no obstante, la verdad de la violencia no reside en su ejercicio, en el acto violento. Por el contrario, es el sufrimiento y el padecimiento que la violencia inflige en el cuerpo del otro el punto de vista correcto. Y lo es porque destruye la ilusión de trascendencia y recuerda más bien –y del peor modo — que la finitud es real. El dolor no tiene ningún sentido, no le da ninguna dignidad a la existencia. Por el contrario, niega la existencia reduciéndola a la inmediatez, a la finitud más enfática.
El de Sofsky es un texto contra el ejercicio del poder y contra su principio cultural de trascendencia. Sofsky pareciera defender implícitamente, entonces, principios inmanentes de praxis social: la solidaridad, el sacrificio, la reconciliación, el perdón y el olvido. Principios que, podríamos decir, asumen la finitud y la conducen a buen puerto. Sin embargo, existe un tipo de violencia que Sofsky llama «combativa» y que surge de la resistencia, de la defensa. Y aunque pareciera que, en un principio, esta clase de violencia es, para Sofsky, legítima, su carácter violento conduce también a la aniquilación del otro, no a la reconciliación con él.
¿Defiende Sofsky, entonces, el pacifismo? Implícitamente pareciera ser así. Lo que habría que preguntarse es en qué consistiría una resistencia no combativa. O, si acaso no es el pacifismo otra clase de violencia.